CADA DÍA EL VENENO APARECE MÁS CERCA DE NUESTRAS MASCOTAS
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.Perdónenme los asiduos seguidores por ser tan cerrado de “mollera” pero siempre creí que las ratas, topillos, babosas, caracolillos, hormigas y demás fauna, aparte de tener derecho a la vida donde más proliferaban era en el campo, donde los agricultores “sufrían” en sus cosechas de vez en cuando los ataque de tan peligrosos enemigos.
.Pero cada día más, y ante mi asombro, observo cómo en portales, jardines de urbanizaciones con zonas de paso publico, isletas ajardinadas en pequeñas plazoletas con bancos y demás lugares de lo que se debería de llamar ciudad, abundan el azufre en cantidades que deberían considerarse tóxicas y que cada vez que llueve, y cada vez llueve más, van a parar a nuestra red de alcantarillado, cebos pelletizados esparcidos por la hierba de nuestros jardines, ideales para ser roídos, cuyo ingrediente activo es la Bromadiolona, anticoagulante de segunda generación, el cual tiene como característica principal que requiere de dosis única para alcanzar niveles letales de toxicidad.
.Además otra ventaja de estos anticoagulantes es que el animal plaga tarda en morir de 4 a 6 días y esto evita que el resto de los congéneres relacionen el cebo tóxico con la muerte.
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Todos ellos al alcance de niños que, al igual que nuestros perros, suelen llevarse a la boca todo lo que encuentran.
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Estoy completamente de acuerdo que habrá quizá, una pequeña cantidad de personas que puedan estar molestas por la incívica manera de comportarse de aquellos dueños de animales que, haciendo caso omiso de las más elementales reglas de convivencia, son incapaces de hacer que sus perros no orinen en las paredes de sus vecinos (cosa que se puede conseguir llevándolos con la correa) o les suponga un grave quebranto agacharse a recoger la deposición de su animal, con lo que no estoy de acuerdo es con que ello les de derecho a convertirse en “ASESINOS”.
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¿Que opinarían ellos de mí si a la gente que escupe por la calle, o se suena los mocos tapándose un caño de la nariz, cosa que me produce muchísimo asco, me diera por inyectarles una jeringuilla de ácido sulfúrico en la yugular?
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Colocar veneno en un lugar publico y luego marcharse tan tranquilo es de personas cobardes que, aparte de tener un coeficiente intelectual muy bajo dado que no miden las consecuencias de sus actos, les importa un bledo el sufrimiento que van a provocar en la persona o personas que tengan la desgracia de dejar a sus animales pasear sueltos por allí.
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Mi único deseo es que la vida les pague con la misma moneda con la que ellos tratan los sentimientos de los demás.
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PD. Si alguno sacáis a pasear a vuestros perros por la zona del Parque Roma en Zaragoza, cuidar al final donde han echo la nueva parroquia de la Almudena. Esta mañana había Rodenticida esparcido por dentro del jardín justo en las orillas.
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Escrito por:
Juan Carlos
http://misperrosyyoaprendiendoaconvivir.blogspot.com/
2 comentarios:
El otro día leía que unos cazadores habían inyectado lejía en las venas a sus perros, y todos sabemos que algunos los ahorcan, les pegan un tiro, les destrozan el cráneo con una barra de hierro o los arrojan a un pozo. Son escopeteros, su conducta no llama demasiado la atención.
Pero la ciudad también tiene sus exterminadores; no salen al campo vestidos de mercenarios ni riegan con alcohol a sus muertos, pero también matan. Lo hacen de un modo similar, con cobardía infinita.
Con canana o con traje, con el rifle o con el periódico en la mano, hay seres humanos esclavos de su miseria, de su depravación, lo que no tendría demasiada importancia si se volviese contra ellos mismos. Lo repugnante es que siempre proyectan su odio contra seres más débiles.
Me pregunto si las fuerzas de seguridad, han recibido órdenes para vigilar estos casos en los que se esparce veneno y dar con los responsables. Tengo mis dudas, los muertos suelen ser perros y gatos y ya se sabe que la mayor parte de los despachos, están ocupados por cazadores de campo y de ciudad.
A mí me molesta mucho que el tipo de al lado en el metro se corte las uñas ahí mismo y me salpiquen, que el de detrás en el autobús me estornude directamente en la cabeza sin taparse la boca y me eche saliva, que los turistas que salen de los bares en el barrio Gótico del centro de Barcelona se abran la bragueta y se pongan a mear en medio de la calle como si fuera lo más normal del mundo, que el vecino de arriba arregle sus cosas a martillazos los domingos a las 7 de la mañana, que al entrar a comprar agua en el Mercadona tenga que pasar obligatoriamente por la sección de cadáveres plastificados de animales, que la gente de mi barrio saque toda la basura de los contenedores para rebuscar y luego no la vuelva a meter... Yo qué sé, podría estar nombrando indefinidamente las cosas que me tocan los cojones, hablando claro.
Pero no me da por echar cianuro en las bebidas de la gente en los bares, o clavarles un cuchillo en el ascensor, o pegarles una patada en la boca...
Y es que, por muy asquerosamente irritantes que puedan resultar algunas conductas humanas, todavía me rijo por el respeto a los seres vivos.
El odio que cargan estas acciones de brutalidad hacia los animales no es más que la reconducción del odio que sienten por otros seres humanos, por ellos mismos, hacia los más indefensos.
Malditos cobardes sádicos.
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