viernes, 5 de febrero de 2010

Respuesta al artículo del filósofo taurino, Francis Wolff.

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TEXTO REVIVIDO ANTE EL TEMOR DE LA ABOLICIÓN DEL TOREO EN CATALUNYA
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LA ÉTICA DE LAS CORRIDAS
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Por Francis Wolff (*)
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(Las respuestas aparecen en cursiva y en marrón)
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No, la corrida de toros no manifiesta cualquier cruel indiferencia hacia la vida y el sufrimiento. (¿No? Lo sangriento del “espectáculo” sugiere lo opuesto) Al contrario, es portadora en sí misma de una ética coherente y respetuosa con los animales. (Sin lugar a dudas, la tortura, la humillación y posterior muerte, es un acto de profundo respeto) Si la corrida desapareciera de las regiones de Europa donde forma parte de la cultura (¿Cultura?), se produciría también una pérdida moral (¿Moral?), sería también privar a los pueblos del mediterráneo de una irreemplazable relación con los animales, la que siempre han mantenido con los toros bravos. (El 90% de los habitantes mediterráneos, ignoran las corridas de toros, e incluso, las desprecian por ser una manifestación cavernaria y cruel).

Porque en todas las regiones del mundo en las que ha habido toros bravos han existido combates de toros. (¿Toros bravos? Está hablando de un animal herbívoro que no caza ni para alimentarse) Es una constante antropológica. (En teoría, porque en la práctica el comportamiento sanguinario de un miembro de una sociedad, es totalmente inaceptable. Vivimos en el siglo XXI) Enfrentarse al toro, imagen natural del combatiente y símbolo permanente del poder, es el sueño eterno del hombre. (El hombre, desde siempre ha soñado con alcanzar la longevidad y la felicidad, no en enfrentarse al toro).

La corrida no es ni inmoral ni amoral en relación con las especies animales. (No, es un acto hondamente humanístico) La relación del hombre con los toros durante su vida y su último combate es desde muchos puntos de vista ejemplo de una ética general. (Ética: conforme a la moral o a las costumbres establecidas. En España el 72% de la población rechaza el toreo, estudio realizado en 2008 por el Instituto Gallup, así qué, de general, nada) Su primer principio sería: hay que respetar a los animales, o al menos a algunos de ellos, pero no en igualdad con el hombre. (Es decir, respetar a los animales que están en igualdad con el hombre, ¿y a los que están en desigualdad?) Los deberes que tenemos hacia otras especies, incluso las más próximas a nosotros, están subordinados a los deberes que tenemos hacia los demás hombres, incluso los más lejanos. (Subordinar: hacer depender o sujetar a dependencia. El hombre es un mortífero cazador de hombres, por lo tanto, los animales…) Y la ética general de la corrida es justamente la codificación de este principio. (Codificación: reunión de distintas leyes en un solo código. ¿Codificación es matar?).

Pues la moral de la lidia se resume a esto: el animal debe morir, el hombre no debe morir. (Qué interesante revelación. Muy ecuánime) Es desigual, por cierto, pero esta desigualdad es justamente moral en su principio. (Moral: correcto, aceptable, éticamente bueno. ¿Matar seres inocentes es moral?) Si las posibilidades del hombre y del animal fuesen iguales, como en los juegos del circo romano, ¿no sería bárbaro? (Si hay igualdad de condiciones para ambos, sería lo ideal) En la corrida el toro muere necesariamente, pero no es abatido como en el matadero, es combatido. (El toro “es combatido” en una lucha que él no quiere, y se ve obligado a defender su vida ante una cuadrilla de matarifes armados) Porque el combate en el ruedo, aunque sea fundamentalmente desigual, es radicalmente leal. (Leal: que guarda fidelidad y actúa con sinceridad. ¿Fidelidad a los intereses económicos? ¿Sinceridad a la índole asesina? Lo “fundamentalmente desigual” ya lo sabemos; una banda de matarifes contra un único toro).

El toro no es tratado como una bestia nociva que podemos exterminar (¿No?) ni como el chivo expiatorio que tenemos que sacrificar, (Lo que realmente se hace) sino como una especie combatiente que el hombre puede afrontar. (El toro fue llevado a la fuerza, es un invitado de piedra en la “fiesta”, y cuando sale al ruedo sólo quiere huir. Algo bastante opuesto a la definición de combatiente) Tiene, pues, que ser con el respeto de sus armas naturales, tantos físicas como morales. (De la noche previa a la corrida, del encierro en total oscuridad, el aislamiento, y las premeditadas “técnicas” para mermarlo anímica y físicamente, ¿no nos habla?) El hombre debe esquivar al toro, pero de cara, dejándose siempre ver lo más posible, situándose de manera deliberada en la línea de embestida natural del toro, asumiendo él mismo el riesgo de morir. (¿Asumiendo él mismo el riego de morir, o humillando a un animal torturado y ya en el umbral del derrumbe?) Sólo tiene el derecho de matar al toro quien acepta poner en juego su propia vida. (Nadie tiene derecho de matar a nadie, y menos el que cuenta con el apoyo de una cuadrilla presta a defenderlo).

Un combate desigual pero leal: las armas de la inteligencia y de la astucia contra las del instinto y la fuerza. (Inteligencia, astucia y parafernalia protectora, contra el instinto de supervivencia y la fuerza previamente manipulada por los “valientes”, ya sea con la puya, las banderillas, y las “técnicas” ya mencionadas) La corrida es, pues, lo contrario de la barbarie porque se sitúa a equidistancia de dos barbaries opuestas. (Si barbarie no es matar con impulso sádico, se debe a que el diccionario define mal la palabra. Barbarie: fiereza, crueldad) Si el combate fuese igualitario, su práctica sería innoble para el hombre puesto que el valor de la vida humana se vería reducido al del animal -como en la formas de barbarie antigua que eran los juegos del circo romano-. (Por segunda vez reconoce que el combate es desigual, porque si fuese igualitario la vida humana sería comparativa a la del animal. Así siendo, el humano mata para no verse reducido a un animal. Por lo dicho, todo asesinato esgrime un argumento exculpatorio En cuanto al circo romano, existió porque lo promovía y lo protegía gente de pensamiento idéntico al señor Wolff).

Si el combate fuese desleal, su práctica sería innoble para el toro (¿Se lo han preguntado al toro?), puesto que el valor de la vida animal se habría reducido al de una cosa -como en la barbarie moderna que suponen las formas extremas de ganadería industrial-. (La ganadería industrial es otro cantar, y no sirve como ejemplo para airear que al toro se lo respeta) En la corrida el hombre no lucha ni contra un hombre ni contra una cosa. (No. Lucha contra las costumbres civilizadas y contra toda forma de compasión) El hombre afronta su «Otro». (¿Afronta o enarbola su OTRO yo criminal?).

Una buena moral hacia los animales es también una moral diferenciada. (Exactamente, una moral que contemple que se trata de un ser vivo que siente, sufre y muere sin saber porqué) No podemos ni debemos tratarlos a todos de la misma manera, al perro y al mosquito, al chimpancé y al toro bravo. (Así es, al perro se lo puede matar a cascotazos, al mosquito aplastarlo, al chimpancé hacerlo añicos en experimentaciones pseudos científicas, y al toro matarlo en público para llenarle los bolsillos a los avispados que manejan el negocio) Tenemos que ajustar nuestra conducta a lo que ellos son: sus necesidades, sus exigencias, sus tendencias, etc, evitando siempre el riesgo de antropocentrismo. (¿Huir del antropocentrismo y matar por el placer de matar? ¿Con qué se come esto?) Ahora bien, el toro de lidia es un animal naturalmente desconfiado, dotado como muchos otros animales «salvajes» de una especie de instinto de defensa, en su caso particularmente desarrollado, que se manifiesta desde el mismo momento de su nacimiento, la bravura, que lo incita a atacar de manera espontánea contra todo aquello que potencialmente pueda ser un «enemigo». (Error, el toro no es un cazador carnívoro, no ataca por instinto ni para él todo representa un enemigo, en cuanto a la bravura, es el gastado cuento a fin de vender mejor el negocio) Esta acción (o reacción) es la base de todas las tauromaquias. (Acción o reacción provocada para alegría de la caja registradora).

Y toda la ética taurómaca consiste en permitir a la embestida del toro, a esa fuerza activa, a esa naturaleza, manifestarse. (Si de verdad desearan permitirle manifestarse, el toro volvería al campo, al lado de los suyos) La corrida no consiste en matar una bestia. (No. Claro que no. ¿Qués es eso de matar una bestia? ¡El toreo es bondad!) Es todo lo contrario (¿Consiste en alargarle la vida?) La corrida, como su propio nombre indica, consiste en dejar al toro correr, atacar, embestir. (Después lo matan para hacerle un favor) Afrontar un animal desarmado, inofensivo o pasivo sería propio del matadero. (¡Qué grosería! Un matadero es impropio de la tauromaquia. Allí matan en privado, la tauromaquia lo hace de cara al público. ¡Por algo es un” arte”!) La ética de la corrida consiste en dejar que la naturaleza del toro se exprese. (Eso. Nada de dejarlo volver al cariño de las vacas).

Doblemente: en su vida, en su muerte. (Lo de doblemente significa; el toro en vida produce gastos y en la muerte, lucro).

Durante toda su existencia, en el campo, está en libertad. (No. Está en el corredor de la muerte) Y vive de acuerdo con su naturaleza «salvaje», rebelde, insumisa, indócil, indomable. (Hasta que los dueños de la “fiesta” resuelven que le ha llegado la hora. Eso sí, sin antropocentrismo) En el momento de su muerte, combate hasta la muerte también de acuerdo a esa misma naturaleza: brava. (¿O se defiende?) Por cierto, el hombre quiere combatir, lo elige, cuando el animal está obligado al combate, no lo elige. (Porque el toro no mata por matar. No lo divierte el sufrimiento ni la sangría inútil).

Sin embargo el valor de la elección es un valor humano, la voluntad es una facultad humana (El canibalismo también), por tanto es cierto que el toro «no quiere el combate», pero no porque sea contrario a su naturaleza de combatir, sino porque es contrario a su naturaleza de querer, de elegir. (La diferencia reside en que el toro no atesora el instinto de combatir) Toda la ética del combate del ruedo consiste en permitir que la bravura del toro se manifieste. (Si, sí. Así es. Sin antropocentrismo) Expresarse, para el torero, es una cierta manera de estar inmóvil delante del toro (Entonces, ¿con qué fin existe el burladero?); expresarse para el toro es una cierta manera de estar móvil, de moverse delante de cualquier adversario, congénere o no. (¿Moverse? Cuando el animal entra está aterrado y sólo busca desaparecer del lugar).

Durante la lidia, el torero puede expresarse pero también debe permitir al toro expresarse a sí mismo, y lo que tiene por decir el toro bravo es algo así como: «Defenderé mi terreno, todo el ruedo es mío, todo el espacio es mi espacio vital, haré huir a cualquier extraño que lo pise, cogeré al que ose aventurarse, te expulsaré seas quien seas, volveré sobre ti para coger, y más, y más...» (Señor Wolff, el toro quiere huir, no defender terreno alguno. Para él el ruedo es algo extraño, lo suyo es la dehesa).
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Ésta es la voz del toro bravo, tal como la hace oír el torero leal. (El toro bravo acepta la lealtad del torero, y este, en recíproca gentileza, ¡lo mata!) El respeto por el toro en la plaza consiste en comprender esta voz que habla y finalmente hacerla cantar, en hacer pues una obra de arte con esa embestida natural y con su propio miedo de morir. (No señor Wolff, el respeto al toro consiste en dejarlo en su hábitat, desarrollando su naturaleza, no en servir de partitura para el asesinato. La embestida para él no es una obra de arte, y tiene miedo de morir como todo ser viviente. En comprenderlo radica el razonamiento).
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Resumiendo, el señor filósofo pretende envolver con palabras semejante salvajada, y así vendernos como algo digno la costumbre de matar por diversión.

CON ESTE LIBRO "DEMUESTRA" QUE EL TOREO ES CULTURAL, BENÉFICO, ARTÍSITICO; DIGNO DE CONSERVAR.

(Francis Wolff es Catedrático de Filosofía de la Universidad de la Sorbona. Texto publicado en ABC, el 1º de junio de 2008)
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Fuente: . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . http://portaltaurino.com/firmas_opinion/francis_wolff.htm

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EN UNA PLAZA DE TOROS VIVE EL DOLOR DE LOS MUERTOS

LOS ANIMALES: EL SILENCIO DE LOS INOCENTES.

2 comentarios:

Y dijo...

Ricardo, por lo visto este individuo sólo puede impartir clases de cómo no tener vuergüenza, no saber lo que es el sentido del ridículo. Es triste ver cómo personajes de este tipo pueden influir en la mente de otros que, faltos de capacidad para tener sus propias opiniones, pueden asentir ante semejantes barbaridades.
Según el diccionario la filosofía es la “Ciencia que trata de la esencia, propiedades, causas y efectos de las cosas naturales”. Pues en este caso, la CAUSA: el leer las chorradas de este tipo, me ha llevado al EFECTO: tener ganas de vomitar.
Como el señor Wolff es catedrático de Filosofía, lo entenderá perfectamente.

Fin Maltrato Animal dijo...

Por el hecho de ser filósofos, ¿suscribiríamos todas las reflexiones vertidas por Heidegger o D´ors?.

Estudiar una carrera depende de factores como: tener dinero y tiempo para hacerlo, disponer de cierta capacidad de estudio y de un mínimo de memoria. Con eso es suficiente para lograr un título en determinada disciplina.

Pero la sensibilidad y la ética no se aprenden en las facultades, no constituyen una asignatura obligatoria. Así, nos encontramos con médicos, con jueces o con filósofos, carentes por completo de dichos valores.

Tenerlos o no, marca la diferencia entre poner los conocimientos y el cargo al servicio de la justicia y de la razón, o hacerlo en favor de la barbarie, de la opresión o de los intereses de aquel que pague mejor.

Ricardo, tus comentarios a las afirmaciones mezquinas, absurdas, falaces y soberbias de Francis Wolff, son abundantes en lo que la Naturaleza negó a este individuo: honestidad, cordura, piedad y decencia.

Pero los taurinos, prefieren personajes que adolezcan de todo eso pues de otro modo, no serían capaces de hallar quien defendiese la tortura de animales.

Gracias Compañero por haber desmontado con tal maestría y lucidez, los envenenados argumentos de este endiosado profesor, que parece aferrarse desesperado a las corridas de toros pues ha sido con ellas, cuando ha logrado que su nombre sea un poco conocido, algo muy apetecido por aquellos que viven por y para el culto a si mismos... y tal vez a su billetera, aunque esto último sólo sean sospechas de las que no tengo ninguna prueba.

Salud amigo mío.

Julio