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AL TORO LO SOLTARON 10 MINUTOS ANTES DEL HORARIO FIJADO, CUANDO EN
EL RECORRIDO HABÍA ACTIVISTAS EFECTUANDO
UNA SENTADA… ¿POR QUÉ? ¿BUSCABAN QUE EL ANIMAL HICIERA UNA CARNICERÍA? DE HABER
OCURRIDO, ¿TENDRÍAMOS RESPONSABLES O TODOS SERÍAN INOCENTES, BIEN INTENCIONADOS
Y PERSONAS EJEMPLARES?
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¿LOS 9.000 HABITANTES DE TORDESILLAS PUEDEN MÁS QUE LOS 46 MILLONES
DE ESPAÑOLES?
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EL LANCERO CACHOBO, GANAR PARA
PERDER
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La derrota de Cachobo
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Fran Alcalá
ya es el ídolo local tras hundir su lanza en 'Rompesuelas', el Toro de la Vega
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La crónica del Toro de la Vega | ‘Rompesuelas’ ya es
historia
Manuel Jabois Tordesillas
16 SEP 2015 - 17:57 CEST
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En Tordesillas
las vacas enviudan a las once. A esa hora se tiran bombas de palenque dejando
en el cielo un rastro de humo junto a los helicópteros de la Guardia Civil,
quietos en un punto fijo del cielo, y un toro cruza el pueblo hacia la vega
entre vítores y fanfarria. Se llama Rompesuelas
y es un hermoso ejemplar de 600 kilos. Cruza despacio un gigantesco pasillo
humano. Ajenos a él, en el campo se reúnen varios hombres que sacan enormes
pedazos de tomate, tortilla de dos plantas y una bolla de pan; en cuanto se
enteran de que el toro está suelto,
se suben al techo de su 4x4 a ver el espectáculo.
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Rompesuelas
se dirige llevado por una multitud a una bandera en la que espera una hilera de
caballos montados por vecinos que levantan lanzas acabadas en punta de acero.
La imagen es cinematográfica. Esperan en silencio, perfectamente ordenados,
mientras se acerca un toro torpón al que el público grita de todo:
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—¡Se han
pasado con la jeringuilla!
—¡Viene
drogado!
—¡Menudo
chute!
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Cientos de
personas van detrás del toro como una procesión de caminantes blancos. Cuando
el animal empieza a oler el peligro y echa a correr, la gente esprinta detrás
de él. Se ha roto la fila de alanceadores y han esgrimido las armas en
dirección al toro: el animal huye y los caballos salen en estampida tras él. La
arena del campo produce impresión de desembarco guerrero. Hace frío, viento y
llueve. Entre la gente hay de todo, especialmente jóvenes, muchos sin dormir.
Circulan entre la arena algunos todoterrenos, incluido el oficial del torneo, y
un tractor lleno de chavales ataviados con pañoletas españolas y gafas de sol,
que despachan cervezas mientras
insultan a los fotógrafos.
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El público
pierde el rastro de Rompesuelas,
que huye del descampado y se mete en un bosque: de repente el olor a bosta de
caballo y a hierba recién mojada por la lluvia es sustituido por el del
eucalipto. Dura poco, pero produce una sensación ensoñadora, como si se le
adjudicase un olor incorrecto al espectáculo
de destripar un animal: es el olor a los enjuagues de los
abuelos en la infancia, a la crema sobre el pecho o la cuenca llena de agua
hervida y eucalipto bajo la cama. El barro, el sudor y el roce de la gente y de
nuevo las heces de los animales contextualizan lo que va a ocurrir: faltan
cinco minutos para que Fran Alcalá, Cachobo,
un joven de camiseta fluorescente, acabe
con el animal hundiéndole su lanza.
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La caravana
interminable de gente se empieza a guiar por el helicóptero de la Guardia
Civil. Allá donde va, va el toro. Los vecinos marchan sobre la arena y entre
los árboles. Se acaba el bosque, y a lo lejos aparece un polígono industrial.
Ya no hace falta el helicóptero: en la carretera del polígono hay alguna mancha
de sangre. La multitud invade uno de los estrechos pasillos del parque
empresarial. Por aquí pasó Rompesuelas.
Hay una nave de piensos, otra de distribución de productos congelados, una
planta de envasados de aceituna y un recinto lleno de balas de paja. A lo lejos
se escucha un murmullo y luego el sonido inconfundible de los cascos contra el
asfalto: los caballos vienen de vuelta.
—¡Se acabó,
se acabó!
—¡Media
vuelta todo el mundo, aquí no hay nada que ver!
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Son
alanceadores veteranos, de gorra de campo, grandes botas y espalda estirada,
que montan con garbo su caballo. Uno le ha hecho un moño a la cola del suyo y
trencitas a la crin. Es el que ni habla: solo bracea para indicar media vuelta.
Muchos, la mayoría, obedecen. Entienden que el toro ha muerto. Otros siguen por
el asfalto hasta llegar de nuevo a una zona de bosque, detrás del polígono. Rompesuelas está muerto junto a
la carretera, pero no se permite verlo: lo rodean varios alanceadores que
impiden que se saquen imágenes. Le cortan la cola al toro y se la atan a la
punta de lanza de Cachobo, que la
agita contra el cielo. Rodeando al animal desangrado, una docena de chavales
levantan sus lanzas y gritan: "¡Viva el toro de la Vega! ¡Viva el toro de
la Vega!".
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Un rastro de
sangre lleva a esa escena. Son trozos de tripa sobre charcos que el brasileño
Jon Amad, reportero freelance,
se pone a fotografiar. Sin embargo, uno de los organizadores baja del coche y
le exige que destruya esas fotos. Unas 30 personas rodean al fotógrafo, lo
zarandean y lo empujan entre amenazas. El organizador le exige la tarjeta. Jon
la saca, pero le dice que no se la va a dar. De nuevo la turba se agita a su
alrededor: están prohibidas las imágenes, le hacen saber. ¿Quién lo prohíbe?,
pregunta Jon. Ellos, contestan. El hombre se lleva a Jon a varios metros, entre
los árboles, para que le dé la tarjeta.
—¡Mariano, la
va a cambiar! ¡Te va a dar otra!
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Las voces
salen de un enorme tubo de obra en el que se han metido dos hombres para
protegerse de la lluvia. Ya en el bosque, Mariano, que dice ser de la
organización, reclama la tarjeta de fotos y le dice a Jon que le va "a
romper la cara". Le obliga a borrar las fotos antes de que llegue un
agente de la Policía Local. El agente identifica a Jon.
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—¿No va a
identificar a ese señor? Me ha amenazado, me ha dicho que me va a romper la
cara y ha borrado por la fuerza mi trabajo. Usted lo ha escuchado, ha escuchado
lo que me ha dicho.
—Tiene que ir
al cuartel de la Guardia Civil a denunciarlo por amenazas, yo no puedo hacer
nada.
—¿No me va a
proteger? Me ha echado a la gente encima. Usted ha escuchado las amenazas.
—No digo
nada. Le tengo que identificar.
—¿Y a él no
le identifica?
—Es uno de
los organizadores, ¿no ve que le conozco? ¿Para qué le voy a pedir el DNI si ya
sé quién es?
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Acto seguido
el agente se mete en el todoterreno de Mariano, de la organización, y se van
del lugar. Jon Amad explica después que ayer, repasando con minuciosidad en
Internet imágenes de anteriores matanzas, se vio a sí mismo detrás de un árbol
con la cámara en las manos y el toro a medio metro. Detrás de Jon aparecía un
hombre con gafas de sol y las manos dirigiéndolas a su espalda, in fraganti, a
punto de propinarle un empujón contra el toro. Tiene la imagen en el móvil: es
como la define. Jon recuerda que sufrió un empujón anónimo, que rodó por el
campo, que el toro le levantó la camiseta y que acabaría cogiendo de gravedad a
un colega suyo, Pedro Armestre, el prestigioso fotógrafo español de AFP, que
tuvo que ser operado de su pierna derecha. Jon, con la imagen, presentará una
denuncia por aquellos hechos.
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Son las doce
y Fran Alcalá, Cachobo,
ya es el ídolo local. Él y su cuadrilla emprenden el camino de retorno
ganándose el respeto de los alanceadores veteranos y la admiración de los
vecinos. El toro ha recorrido unos cinco kilómetros: ahora ellos tendrán que
hacerlo de vuelta. Todo el mundo quiere hacerse una foto con Fran, estrecharle
la mano, levantarlo a los hombros. Él no suelta la lanza que lleva la cola de Rompesuelas en lo alto y se pega
abrazos con todo el mundo. "Si gano
el torneo del toro de la Vega me retiro de a pie y empezaremos a darle al
caballo", escribió en enero en Twitter. Se retiró a pie, pero no le
dio al caballo. Sin embargo, fue curioso observar esa parte de la tradición en
el momento en que el toro falleció desangrado a la espalda del polígono
industrial, y la atmósfera extravagante de ritual sagrado que tuvo lugar allí
entre gritos.
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En
Tordesillas se reparten unas pegatinas que los vecinos llevan en las mangas, y
que llaman a la "fuerza de la tradición". El lema de esos mensajes
es: "Sin raíz... nada". De este modo el pueblo apela a una
emoción que se habría trasladado desde siglos atrás hasta
llegar impoluta a nuestro tiempo, y de las que ellos serían los depositarios
legítimos. Ante la matanza del animal, alanceado por los costados hasta morir,
en Tordesillas se ha buscado una razón intelectual en la historia, una defensa
de espíritu ancestral que hunde sus argumentos en la mera existencia siglos
atrás de esta práctica, que llegó a ser prohibida por el franquismo por cruel.
En la web del Patronato del Toro de la Vega se publicó estos días un artículo
en el que uno de los participantes del torneo, Luis Martín-Arias, aborda la
relación entre la violencia y el sexo, su conexión con el dinero y el
capitalismo, para terminar diciendo que se mataba a un toro para no matar
personas. Torturar al animal es una "violencia localizada",
"socialmente productiva" porque produce cosas que no da el
capitalismo, como "buenos vecinos y
hombres y mujeres dispuestos a procrear" y finalmente aplaza la muerte
porque se le entrega un animal "totémico".
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La realidad,
como siempre, es mucho más prosaica. Había chavales alcoholizados insultando a
Artur Mas, amenazas a los antitaurinos, que se concentraron en la rotonda que
abre camino al campo, y bravatas dispares alrededor de una fiesta que tiene el
respaldo público de todo el pueblo; los detractores no se atreven a abrir la
boca, y otros vecinos de este pueblo de 9.000 habitantes simplemente desaparecen
de Tordesillas la semana de fiestas.
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De regreso al
pueblo, por la carretera, Cachobo y sus amigos cantan, bailan y celebran una
victoria, la muerte de Rompesuelas.
Sigue lloviendo, pero da igual. A su paso salen los vecinos como si fuese la
vuelta ciclista y lo felicitan, le tocan la cabeza, lo llevan a volandas.
Cientos de personas arropan al ganador. De repente, sobre la una de la tarde,
cuando la caravana ganadora con las lanzas llenas de sangre y la cola de Rompesuelas en lo alto del acero
emboca la rotonda, otra caravana se cruza con ellos. Esta es silenciosa y se
compone de chicas que llevan una lágrima de sangre pintada en la cara. Dos de
ellas lloran. Son
los primeros grupos de antitaurinos que abandonan el pueblo. Las dos
caravanas se cruzan. Los de Tordesillas, eufóricos, muchos de ellos ebrios, las
insultan ("¡asquerosas!"); otros las contemplan con curiosidad, y los
más las señalan. Las chicas pasan de largo. Metros más adelante la Guardia
Civil montada escucha improperios de un grupo de antis por su pasividad ante
las agresiones que han sufrido a lo largo de la mañana antitaurinos y
fotógrafos: pedradas, escupitajos, palazos y bofetadas soltadas con impunidad.
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Fran Alcalá, Cachobo, llega eufórico ante el
tribunal del torneo del Toro
de la Vega. Anulan su victoria por las irregularidades en el reglamento.
Algunos vecinos desconocen que exista un reglamento. Cachobo monta en cólera, protesta y finalmente se encoge de hombros
derrotado. Las fuerzas vivas han hablado. Hay una autoridad que emana de ellas
que se remonta cinco siglos atrás, o esa impresión tiene el pueblo de ellas. La
muerte de Rompesuelas
no tiene ganador.
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Más información
VÍDEO
Agredido un reportero en el Toro de la Vega 2015
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Fuente:
http://politica.elpais.com/politica/2015/09/15/actualidad/1442318894_847481.html
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No
dejes de leer la opinión completa de Luis Martín
Arias, farmacólogo de la Universidad de Valladolid
http://blogs.publico.es/davidtorres/2015/09/16/tordesillas-punto-cero-2/
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MANIFESTACIÓN
EN MADRID, EL SÁBADO 12 EN LA PUERTA DEL SOL
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Más de 100.000 asistieron para
mostrar su rechazo.
http://www.20minutos.es/noticia/2554827/0/toro-de-la-vega/manifestacion-madrid/tordesillas/
(Aquí puedes ver el vídeo)
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Álvaro Martín,
“El Portu”, lancero ganador en 2014, declaró:
-Yo no estoy para nada a
favor del maltrato animal…
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Historia del Torneo del Toro de
La Vega
https://es.wikipedia.org/wiki/Torneo_del_Toro_de_la_Vega
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LOS ANIMALES;
EL SILENCIO
DE LOS
INOCENTES
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TU TRATO CON
LOS ANIMALES HABLARÁ
MEJOR DE TI QUE TODAS TUS PALABRAS
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PUBLICADO POR RICARDO MUÑOZ JOSÉ
http://linde5-otroenfoquenoticias.blogspot.com.es/
http://linde5-otroenfoque.blogspot.com.es/