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Enviado especial a Bremen - 16/12/2008
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Bobo tiene 4 años y está sentado en una cámara oscura, fijado a un soporte de plexiglás. Lleva un casco de masilla de uso médico que alberga un recipiente de titanio. En la base del recipiente, un agujero minúsculo en el cráneo sirve para introducir en el cerebro de este macaco Rhesus un electrodo del grosor de un cabello. Bobo, que puede mover brazos y piernas en su silla de primates, fija la vista en un punto rojo en el centro de un monitor donde aparece un cuadrado blanco que, al cabo de unos segundos, se vuelve gris. Si en ese momento aprieta un botón, Bobo recibe un trago de zumo de uva a través de un tubo de plástico. La sed es su motivación para darle al botón. Bobo no nota nada porque el cerebro es insensible al dolor, dice el neurobiólogo Andreas Kreiter. Pero en Bremen, pocos le creen. Sus experimentos le han colocado en el centro de una batalla legal entre científicos y protectores de los animales.
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Después de unos cinco años de experimentar con él, a Bobo le darán una inyección letal y el equipo de Kreiter cortará su cerebro en rodajas. "Tenemos que examinar la anatomía para saber si nuestros electrodos estuvieron colocados correctamente y observar alteraciones en los tejidos orgánicos", explica el científico.
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Kreiter quiere saber cómo trabaja la actividad cognitiva en el cerebro, y experimenta para ello con 24 macacos en el Instituto de Investigación Neurológica de la Universidad de Bremen, al norte de Alemania. La investigación de Kreiter tiene aplicación en psiquiatría, puede ayudar a prevenir ataques de epilepsia y a desarrollar aparatos para facilitar la movilidad de los descapacitados.
Pero este neurobiólogo tiene muchos enemigos, en los despachos y en la calle. Cuando llegó a Bremen hace diez años, se topó en la calle con un póster que decía: "La Universidad trae a Bremen al torturador de monos Andreas K. Si no está de acuerdo, diríjase directamente a él". Debajo, incluían su dirección y número de teléfono. Desde entonces le han llegado decenas de cartas, y el "doctor Mengele de los monos", como le llaman algunos, ha sorteado varios intentos de agresión. En estos diez años, él y su familia han requerido protección policial. Sus hijos han tenido que cambiarse a una escuela privada.
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Libertad de investigar
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Si el Tribunal Administrativo de Bremen rechaza el recurso, Kreiter y la Universidad están dispuestos a llegar hasta el Constitucional. El rector, Wilfried Müller, habla de una "intromisión ilegítima en la libertad de investigación". La Justicia alemana deberá aclarar entonces qué pesa más en este caso, si la libertad de investigación o la protección de los animales, anclada en la Constitución alemana desde 2002.
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"El cerebro de los políticos es más fácil de entender que el de los monos, porque aquellos son muy previsibles y se mueven siempre por intereses", bromea Kreiter. La Comisión de Protección Animal de las autoridades sanitarias de Bremen, el veterinario que controla el bienestar de los monos y una comisión internacional de científicos elogiaron el trabajo de Kreiter y confirmaron que los macacos se encuentran bien, pero el Gobierno regional se decidió por la prohibición a partir del informe de un experto que nunca ha visitado el laboratorio.
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La DTB, que con 800.000 miembros es más grande que cualquier partido político alemán, insiste con el sufrimiento de los animales en laboratorios. "Los monos ocupan además un lugar muy especial, porque tienen un comportamiento muy complejo y su sufrimiento es similar al de los humanos", explica a Público Irmela Ruedel, asesora de la DTB.
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Kreiter considera ese argumento una manipulación: "En general, los monos son muy populares. Los vemos en la tele, les gustan a los niños. Cuando los protectores de animales dicen que son extremadamente cercanos a los humanos, están manipulando a los niños". Esa similitud sólo es cierta en el caso de los homínidos, pero "desde el punto de vista ético, no hay una diferencia relevante entre los macacos y otros mamíferos como los perros y los gatos", dice.
En 2007, Alemania realizó experimentos con 2.487 primates, según datos del Gobierno Federal. ¿Por qué la DTB insiste en su campaña contra Kreiter y no actúa de la misma manera contra otros científicos de Gotinga o Magdeburgo? Kreiter cree que los protectores de animales emplean su caso en una estrategia para prohibir cualquier experimento en el país. Su éxito tendría un efecto dominó: "Sería el fin de la investigación neurobiológica en Alemania, cuando acabamos de salir de los tubos de ensayo. Ahora que sabemos cómo funcionan las células, es preciso pasar a los organismos".
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Nature recuerda cómo estos estudios han resultado fundamentales en el hallazgo de dinámicas neuronales exclusivas de los primates y con implicaciones en desórdenes como el autismo, algo que nunca se hubiera logrado trabajando con ratas y que ha sido fruto de la investigación básica. Nature reconoce la necesidad de una mayor protección hacia los animales de experimentación, pero pide una interpretación permisiva con las necesidades de la ciencia básica.
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