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LOS GORILAS SALVAN A LOS RUANDESES
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El turismo para conocer a los grandes simios no para de crecer en Ruanda. Esto no sólo ayuda a la conservación de los gorilas, según sus cuidadores, sino también a la población local.
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LOS GORILAS SALVAN A LOS RUANDESES
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El turismo para conocer a los grandes simios no para de crecer en Ruanda. Esto no sólo ayuda a la conservación de los gorilas, según sus cuidadores, sino también a la población local.
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Andrew Meldrum, Parque de los Volcanes (Ruanda) GlobalPost
Apartando a un lado una gran rama, entro en un claro y me topo cara a cara con Muninya, un gorila de montaña de 199 kilos. Me mira fijamente. Estamos a unos 15 metros de distancia, pero parece que podría agarrarme con uno de sus largos brazos desde ahí.
“Uh uhh uhh!”, gruñe Muninya, y nuestra guía ruandés responde, diciendo que los gruñidos fuertes son una llamada amistosa. Sigo a nuestra guía y salgo del claro.
Pronto los ocho miembros de nuestro grupo nos encontramos al borde del claro de la selva. Además de Muninya, vemos a otros 15 gorilas- cinco mujeres adultas y nueve adolescentes y pequeños.
Con un conjunto de músculos cubiertos de piel color azul-negro, Muninya tiene la espalda plateada distintiva de un hombre adulto. Ha conseguido atraer a las hembras de otros grupos que hay en el parque y es el jefe de su creciente familia.
La mayoría de los gorilas se tumban sobre su espalda y dormitan al sol. Han estado muy ocupados comiendo un desayuno de brotes de bambú y otros tipos de vegetación desde primeras horas del día, y ahora se echan una siesta a media mañana.
Apartando a un lado una gran rama, entro en un claro y me topo cara a cara con Muninya, un gorila de montaña de 199 kilos. Me mira fijamente. Estamos a unos 15 metros de distancia, pero parece que podría agarrarme con uno de sus largos brazos desde ahí.
“Uh uhh uhh!”, gruñe Muninya, y nuestra guía ruandés responde, diciendo que los gruñidos fuertes son una llamada amistosa. Sigo a nuestra guía y salgo del claro.
Pronto los ocho miembros de nuestro grupo nos encontramos al borde del claro de la selva. Además de Muninya, vemos a otros 15 gorilas- cinco mujeres adultas y nueve adolescentes y pequeños.
Con un conjunto de músculos cubiertos de piel color azul-negro, Muninya tiene la espalda plateada distintiva de un hombre adulto. Ha conseguido atraer a las hembras de otros grupos que hay en el parque y es el jefe de su creciente familia.
La mayoría de los gorilas se tumban sobre su espalda y dormitan al sol. Han estado muy ocupados comiendo un desayuno de brotes de bambú y otros tipos de vegetación desde primeras horas del día, y ahora se echan una siesta a media mañana.
Excepto Kabatwa, la madre de los gemelos de ocho meses. Está tratando de dormir la siesta, pero los dos pequeños se suben al pecho y luchan entre ellos junto a la cabeza de su madre pisándole la cara. Visiblemente irritada, les aparta de su lado y les da una palmadita como si dijera: “tranquilizaos y descansad un poco”.
El grupo de gorilas sigue descansando en el claro de la selva, rascándose ociosamente las axilas.
A través del claro se divisa una vista del valle y, sorprendentemente, se vislumbran algunas casas. Es domingo y podemos escuchar los tenues ecos de la música de la iglesia.
Luego Muninya se cuela por un arbusto y se sienta al lado de los gemelos. Pronto la familia de gorilas se despierta. La joven madre Kabatwa se carga a los gemelos a la espalda y lanzándonos una mirada al pasar, trepa por delante de nosotros y desaparece entre los árboles de bambú.
Toda la familia le sigue y ágilmente rompe los brotes de las cañas de bambú, tira la cáscara exterior dura y mastica el núcleo jugoso. Los gorilas son vegetarianos. Un adulto come unos 66 kilos de plantas por día. Rara vez bebe agua, ya que ingieren mucho líquido de las plantas, nos cuenta el guía.
El grupo de gorilas sigue descansando en el claro de la selva, rascándose ociosamente las axilas.
A través del claro se divisa una vista del valle y, sorprendentemente, se vislumbran algunas casas. Es domingo y podemos escuchar los tenues ecos de la música de la iglesia.
Luego Muninya se cuela por un arbusto y se sienta al lado de los gemelos. Pronto la familia de gorilas se despierta. La joven madre Kabatwa se carga a los gemelos a la espalda y lanzándonos una mirada al pasar, trepa por delante de nosotros y desaparece entre los árboles de bambú.
Toda la familia le sigue y ágilmente rompe los brotes de las cañas de bambú, tira la cáscara exterior dura y mastica el núcleo jugoso. Los gorilas son vegetarianos. Un adulto come unos 66 kilos de plantas por día. Rara vez bebe agua, ya que ingieren mucho líquido de las plantas, nos cuenta el guía.
Los gorilas de montaña son la especie en mayor peligro de extinción de todos los grandes simios. Hay sólo 800 gorilas de montaña en la selva, y 280 de ellos están en el Parque de los Volcanes de Ruanda. El resto está en la vecina Uganda y en la República Democrática del Congo.
A pesar del tamaño relativamente pequeño del Parque Nacional de los Volcanes, de 62 kilómetros cuadrados, y de un alto nivel de presencia humana que lo rodea, Ruanda ha creado una población próspera de gorilas de montaña, así como un negocio en auge del turismo de gorilas.
En 1999, 417 turistas visitaron los gorilas de Ruanda, y para 2010 ese número había aumentado a 23.000 personas. Cada turista paga al parque una cuota de 500 dólares, que dan al parque unos ingresos considerables de 11,5 millones de dólares.
Para mantener el turismo sostenible, el Parque ha reducido sustancialmente el nivel de la caza furtiva, y ahora está registrando un número creciente su población de gorilas.
“Dian Fossey no estaba a favor del turismo, pero ahora estamos convencidos de que el turismo controlado puede ser beneficioso para los gorilas”, dice Félix Ndagijimana, director interino del Centro de Investigación Karisoke, el programa de Ruanda del Fondo Internacional de Gorilas Dian Fossey. Los gorilas están protegidos contra la caza furtiva y están controlados por los veterinarios.
Los gorilas habituados a los turistas humanos tienen mayores tasas de reproducción que los gorilas salvajes y mejor salud general. “Sin el turismo, probablemente ya no habría gorilas [en la zona]”, dice Ndagijimana.
A pesar del tamaño relativamente pequeño del Parque Nacional de los Volcanes, de 62 kilómetros cuadrados, y de un alto nivel de presencia humana que lo rodea, Ruanda ha creado una población próspera de gorilas de montaña, así como un negocio en auge del turismo de gorilas.
En 1999, 417 turistas visitaron los gorilas de Ruanda, y para 2010 ese número había aumentado a 23.000 personas. Cada turista paga al parque una cuota de 500 dólares, que dan al parque unos ingresos considerables de 11,5 millones de dólares.
Para mantener el turismo sostenible, el Parque ha reducido sustancialmente el nivel de la caza furtiva, y ahora está registrando un número creciente su población de gorilas.
“Dian Fossey no estaba a favor del turismo, pero ahora estamos convencidos de que el turismo controlado puede ser beneficioso para los gorilas”, dice Félix Ndagijimana, director interino del Centro de Investigación Karisoke, el programa de Ruanda del Fondo Internacional de Gorilas Dian Fossey. Los gorilas están protegidos contra la caza furtiva y están controlados por los veterinarios.
Los gorilas habituados a los turistas humanos tienen mayores tasas de reproducción que los gorilas salvajes y mejor salud general. “Sin el turismo, probablemente ya no habría gorilas [en la zona]”, dice Ndagijimana.
No es fácil conseguir que los gorilas vivan tan cerca de las poblaciones humanas. Los seres humanos, que se ven atraídos por el suelo volcánico especialmente fértil, cultivan hasta los límites del Parque. Tradicionalmente, cazaban animales salvajes mediante trampas. Sin embargo, los parques han convencido a la mayoría para que dejen de hacerlo.
El 5% de la cantidad recaudada por los parques del turismo de gorilas se destina a la comunidad local. Además, contratan a los residentes de la zona para cuidar el parque.
“Nos hemos convertido, porque tenemos una vida diferente a cuando éramos cazadores furtivos”, dice Francois Ndungutse, de 40 años, presidente de una asociación de excazadores furtivos. El grupo tiene 565 miembros que han renunciado a la caza y ahora trabajan con el parque.
“Todos nuestros miembros están en niveles diferentes, pero todos hemos mejorado nuestras vidas con respecto a cuando éramos cazadores furtivos”, dice Ndungutse en un pueblo cerca del Parque de los Volcanes. Una docena de otros hombres lo rodean asintiendo con la cabeza en señal de aprobación.
El 5% de la cantidad recaudada por los parques del turismo de gorilas se destina a la comunidad local. Además, contratan a los residentes de la zona para cuidar el parque.
“Nos hemos convertido, porque tenemos una vida diferente a cuando éramos cazadores furtivos”, dice Francois Ndungutse, de 40 años, presidente de una asociación de excazadores furtivos. El grupo tiene 565 miembros que han renunciado a la caza y ahora trabajan con el parque.
“Todos nuestros miembros están en niveles diferentes, pero todos hemos mejorado nuestras vidas con respecto a cuando éramos cazadores furtivos”, dice Ndungutse en un pueblo cerca del Parque de los Volcanes. Una docena de otros hombres lo rodean asintiendo con la cabeza en señal de aprobación.
"Hemos visto que las carreteras, la electricidad y las escuelas llegan a nuestra comunidad gracias al Parque", dice Ndungutse. "Ganamos dinero trabajando en él, con lo que podemos comprar carne de vacuno y ovina en el mercado. Y estamos enseñando a nuestros hijos para que sigan nuestro ejemplo”.
FUENTE:
PUBLICADO POR RICARDO MUÑOZ JOSÉ:
http://linde5-otroenfoquenoticias.blogspot.com/2012/01/despunte-economico-de-ruanda-gracias.html
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